de su libro
La plenitud de la vida
Nunca olvidé los llamados que, adolescente, dirigí a la mujer que iba a reabsorberme en ella, cuerpo y alma: no quedaría nada de mí, ni siquiera una pizca de cenizas; le suplicaba que me arrancara un día de esa nada en la que me había sumergido. Quizá mis libros sólo hayan sido escritos para permitirme el logro de ese antiguo ruego.
Mi primer movimiento fue atrincherante detrás de mis libros; pero no, no traen ninguna respuesta: son ellos los que plantean el conflicto. Yo quería a la vez mucho menos y mucho más.
Si un individuo se expone con sinceridad todo el mundo está más o menos en juego. Imposibleencender una luz sobre su vida sin iluminar más o menos la de los demás.
No prejuzgo nada, salvo que toda verdad puede interesar y servir.
La plenitud de la vida
Nunca olvidé los llamados que, adolescente, dirigí a la mujer que iba a reabsorberme en ella, cuerpo y alma: no quedaría nada de mí, ni siquiera una pizca de cenizas; le suplicaba que me arrancara un día de esa nada en la que me había sumergido. Quizá mis libros sólo hayan sido escritos para permitirme el logro de ese antiguo ruego.
Mi primer movimiento fue atrincherante detrás de mis libros; pero no, no traen ninguna respuesta: son ellos los que plantean el conflicto. Yo quería a la vez mucho menos y mucho más.
Si un individuo se expone con sinceridad todo el mundo está más o menos en juego. Imposibleencender una luz sobre su vida sin iluminar más o menos la de los demás.
No prejuzgo nada, salvo que toda verdad puede interesar y servir.
Simone de Beauvoir en 1929
Lo primero que me deslumbró cuando llegué a París en setiembre de 1929 fue primeramente mi libertad.
Sólo las cosas que me eran accesibles y sobre todo las que tocaba cobraban su peso de realidad; yo me daba tan enteramente a mis deseos, a mis placeres, que no me quedaba nada para gastar en ansias vanas.
Sólo las cosas que me eran accesibles y sobre todo las que tocaba cobraban su peso de realidad; yo me daba tan enteramente a mis deseos, a mis placeres, que no me quedaba nada para gastar en ansias vanas.
Simone de Beauvoir
Ilustración:: elpdlp.com
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