jueves

Hermann Hesse

A propósito de
El lobo estepario


El hombre no es de ninguna manera un producto firme y duradero, es más bien un ensayo y una transición; no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu.

No quiere saber que el desesperado apego al yo, el desesperado no querer morir, es el camino más seguro para una muerte eterna, en tanto que saber morir, rasgar el velo del arcano, ir buscando eternamente mutaciones al yo, conduce a la inmortalidad.



Yo voy, lobo estepario, trotando
por el mundo de nieve cubierto;
del abedul sale un cuervo volando,
y no cruzan ni liebre ni corzas el campo desierto.


Me enamora una corza ligera,
en el mundo no hay nada tan lindo y hermoso;
con mis dientes y zarpas de fiera
destrozará su cuerpo sabroso.


Y volviera mi afán a mi amada,
en sus muslos mordiendo la carne blanquísima
y saciando mi sed en su sangre por mí derramada
para aullar luego en la noche tristísima.


Una liebre bastara también a mi anhelo;
dulce sabe su carne en la noche callada y oscura.
¡Ay! ¿Por qué me abandona en letal desconsuelo
de la vida la parte más noble y más pura?


Vetas grises adquiere mi rabo peludo;
voy perdiendo la vista, me atacan las fiebres;
hace tiempo que estoy sin hogar y viudo
y que troto y que sueño con corzas y liebres


que mi triste destino me ahuyenta y espanta.
Oigo al aire soplar en la noche de invierno,
hundo en nieve mi ardiente garganta,
y así voy llevando mi mísera alma al infierno.


Pero lo que más me hacía falta, por lo que más suspiraba tan desesperadamente, no era saber y comprender, sino vida, decisión, sacudimiento e impulso.
Si para divertirte necesitas el permiso de los demás, entonces eres verdaderamente un pobre diablo.
Se encontraba atado y deslumbrado por lo que viene usted llamando su personalidad. Sin duda ha adivinado usted hace mucho que el dominio del tiempo, la redención de la realidad y cualesquiera que sean los nombres que haya dado a sus anhelos, no representan otra cosa que el deseo de desprenderse de su llamada personalidad. Ésta es la cárcel que lo aprisiona.


Hay momentos en los que toda una generación se encuentra extraviada entre dos épocas, entre dos estilos de vida, de tal suerte, que tiene que perder toda naturalidad, toda norma, toda seguridad e inocencia. Es claro que no todos perciben esto con la misma intensidad. Una naturaleza como Nietzsche hubo de sufrir la miseria actual con más de una generación por anticipado; lo que él, solitario e incomprendido, hubo de gustar hasta la saciedad, lo están soportando hoy millones de seres.



Hermann Hesse

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