domingo

Pier Paolo Pasolini



A propósito de unos fragmentos de
su ensayo Casi un testamento
publicado en "Gente",
el 17 de noviembre de 1975 *


EL CAPITALISMO
El capitalismo es hoy en día el protagonista de una gran revolución interna: se está convirtiendo, revolucionariamente, en neocapitalismo.
En contradicción con lo que decía antes, podría afirmar que la revolución neocapitalista se presenta como competidora de las fuerzas mundiales que van a la izquierda. En cierto sentido, ella también se sitúa a la izquierda. Y, hecho insólito, yendo (a su manera) a la izquierda tiende a englobar todo lo que va a la izquierda. Ante este neocapitalismo revolucionario, progresista y uniformador, se experimenta un inaudito sentimiento (sin precedentes) de unidad del mundo.
¿Y por qué pasa esto? Porque el neocapitalismo coincide con la completa industrialización mundial y con la aplicación tecnológica de la ciencia. Todo esto es producto de la historia de la humanidad: de todos los hombres, no de este o de aquel pueblo en concreto. Y de hecho los nacionalismos tenderán, en un futuro próximo, a nivelarse bajo la presión de este neocapitalismo esencialmente internacional. De modo que la uniformidad del mundo (que de momento sólo se intuye) será una uniformidad efectiva de cultura, de formas sociales, de bienes y de consumo.
Yo espero, naturalmente, que en la competición que he mencionado no gane el neocapitalismo, sino que ganen los pobres. Porque yo soy un hombre antiguo, que ha leído a los clásicos, que ha recolectado las uvas en los viñedos, que ha contemplado la salida y la puesta del Sol sobre los campos, entre antiguos y fieles relinchos, entre benditos balidos; que después ha vivido en pequeñas ciudades que llevan en su espléndida imagen la impronta de las edades artesanales, en las que hasta una casa de labranza o un murete son obras de arte, y un riachuelo o una colina son suficientes para separar dos estilos y crear dos mundos. (Por lo tanto, no me interesa para nada un mundo uniformado por el neocapitalismo, es decir, por un internacionalismo engendrado, mediante la violencia, por la necesidad de la producción y del consumo).


MEJORAMIENTO DEL MUNDO
Un individuo solo que se proponga hacer algo para “el mejoramiento del mundo” es un cretino. En su mayor parte, los que trabajan públicamente para “un mejoramiento del mundo” acaban en la cárcel por estafa. Además, al final el mundo consigue integrar casi siempre a los herejes. Por ejemplo: las beatificaciones y las canonizaciones… Admítase que se canonice a Juan XXIII: helo ahí integrado, convertido en una estampita, exorcizado. Y no hay duda de que Juan XXIII contribuyó a un mejoramiento del mundo. Pero si alguien le hubiese preguntado: “Perdone, ¿usted contribuye al mejoramiento del mundo?”, se habría reído del entrevistador, o a lo mejor lo habría mandado al diablo; y seguramente después habría dicho para sí, sonriendo: “Hago lo que puedo”.
En realidad, el mundo no mejora nunca. La idea del mejoramiento del mundo es una de esas ideas-coartada con las que se consuelan las conciencias infelices o las conciencias obtusas (incluyendo en esta clasificación también a los comunistas cuando hablan de “esperanza”). Así pues, una de las maneras de ser útil al mundo es decir clara y rotundamente que el mundo no mejorará nunca, y que sus mejorías son metahistóricas: se producen en el momento en que alguien afirma una cosa real o cumple un acto de valentía intelectual o cívica. Sólo la suma (imposible) de esas palabras y esos actos produciría un mejoramiento concreto del mundo. Y sería el paraíso y la muerte.
El mundo, por el contrario, lo que sí puede hacer es empeorar. Y es por eso por lo que hay que luchar continuamente: y luchar, además, por un objetivo mínimo, es decir, por la defensa de los derechos civiles (cuando se hayan obtenido a través de anteriores luchas). Los derechos civiles están constantemente amenazados, constantemente en peligro de ser suprimidos. Es necesario, pues, luchar para crear nuevos modelos de sociedad, en los que el programa mínimo de los derechos civiles esté garantizado. Por ejemplo, una sociedad auténticamente socialista.


PACIFISMO
No soy pacifista por naturaleza, sino por elección



Pier Paolo Pasolini


* Pier Paolo Pasolini murió, asesinado, el 2 de noviembre de 1975 (Nota de la editora)

Fuente: http://www.pasolini.net/

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