que vierte en El hombre rebelde
Hoy en día la ideología sólo niega a los otros, los únicos engañadores.
Entonces se mata.
Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada tiene importancia.
Maldad y virtud son azar o capricho.
Se dedidirá entonces no obrar; lo que equivale por lo menos a aceptar el asesinato de otro.
Se imaginará también reemplazar la acción por el diletantismo trágico; y en ese caso, la vida humana se convierte en una apuesta.
Finalmente, uno puede proponerse emprender una acción que no sea gratuita, por falta de un valos superior que oriente la acción: uno se dirigirá en el sentido de la eficacia inmediata.
Entonces, debemos prepararnos para matar.
Vivir es en sí un juicio de valor.
Toda filosofía de la no-significación vive de una contradicción por el hecho mismo de expresarse.
El hablar repara.
La única actitud coherente fundada en la no-significación sería el silencio, si el silencio, a su vez, no significase.
De cierta manera, el absurdo que pretende expresar el hombre en su soledad le hace vivir ante un espejo.
El desgarramiento inicial corre entonces el peligro de hacerse agradable.
La llaga que se rasca con tanta solicitud termina causando placer.
"Son mis enemigos -dice Nietzsche-
quienes quieren derribar y no construir"
Lo absurdo, considerado como regla, es contradictorio.
Yo grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi protesta.
La primera y la única evidencia que me es dada así, dentro de la experiencia absurda, es la rebelión.
Su preocupación (la del que se rebela) consiste en transformar.
Pero transformar es obrar, y obrar será mañana matar, cuando no sabe si el asesinato es legítimo.
Engendra justamente las acciones cuya legitimación se le pide.
Por lo tanto, es necesario que la rebelión extraiga las razones de sí misma, pues no puede extraerlas de ninguna otra parte.
Es necesario consentir en examinarse para aprender a conducirse.
El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es.
La cuestión de los otros y de sí mismo, si toda rebelión debe terminar en justificación del asesinato universal, o si. por el contrario, sin pretender una inocencia imposible, puede descubrir el principio de una culpabilidad razonable.
Albert Camus
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